Estoy enamorado, enamorado de un imposible, ¿Pero qué puedo hacer más que amarlo? Ni porque quiera olvidarle lo lograré.

Pero lo peor no es que lo ame como lo amo, sino que, aún sabiendo que no podemos ser nada más que buenos amigos, por cada mínima situación con otra persona, por cada mínimo beso, por la más mínima caricia, siento una culpa inmensa. Siento que lo traiciono, que le soy infiel. Que soy la peor persona del mundo. Y ese sentimiento de culpa no me deja seguir adelante, por estar esperando cosas que no sucederán, quedo estancado.

La primera vez que tuve esa sensación de culpa, supe que mi amor hacia él, es real y más grande de lo que imaginé y también descubrí que la mayor traición, es la que le haces a tus sentimientos.

¿Qué esperas de la vida? Es una buena pregunta y tiene muchas respuestas. Pero en mi caso me basta con decir solo una.

Espero amor. Pero del amor sincero. De ese que no tiene doble cara, que no usa máscaras ni tiene dobles intensiones. Ese amor que tengo bastante tiempo esperando y aún no llega. Ese amor que yo puedo llegar a sentir por alguien sin dificultad, pero que al parecer a los demás se les hace casi imposible sentirlo por mí.

De todas las cosas materiales y no materiales que puede esperar cualquier persona, yo solo espero una: amor.

Hoy es una de esas noches en las cuales quiero con todas mis ganas abrazarlo y demostrarle que la espera no fue en vano. Que aún sueño con esa casa en la colina que tanto planeamos tener algún día, y también con los bebés que adoptaríamos y quiero decirle que aún nuestros sueños viven en mí. Quiero decirle que lo pienso más de 6 veces al día como si fuera una religión, mi religión. Quiero decirle que no me atrevo a amar a otro hombre porque él es el hombre de mi vida, el que me demostró que podía hacer cosas grandes por amor, y ese al que le he enseñado que la distancia y el tiempo son flagelos dulces que no matan una relación cuando se es inteligente.

Quiero verlo una vez mas y sentir que mi sonrisa es lo suficientemente grande y brillante como para iluminar toda la ciudad, y todo gracias a que estoy con él. Quiero sentir ese frenesí que pocos conocen y que ocurre pocas veces en la vida: el del amor. Quiero sentirme sumergido en una marea de sueños y sonrisas. Quiero ponerle un anillo, solo para simular una escena romántica. Él es el amor de mi vida, y si lee estas líneas, quizá sepa que están dirigidas a él, ya que es la única persona que ha visto a mi corazón cuando sonríe. Él es el amor de mi vida.



Te ríes para ti, en voz alta. Todavía te acuerdas de alguna tontería que dijeron tus amigos esta noche. Es de noche, notas el cansancio en tu cuerpo, notas un pequeño rastro de alcohol en la sangre, lo suficiente para volver a reírte. No estás cerca de tu cama, no ves el momento de meterte en ella.

Cruzas un momento la calle, has visto algo en un escaparate que te ha llamado la atención. Te dispones a cruzar, cuando un frenazo llama tu atención. No llegas a ver el coche mas que cuando tu cara se estrella contra el parabrisas. Notas como tu cuerpo vuela unos metros y aterriza en el suelo. No ves nada, solo notas dos cosas, la sangre que brota por tu cara, y un insoportable dolor en las piernas y en el pecho. Tus costillas están rotas, lo sabes, porque jurarías que lo que estás tocando ahora es una de ellas asomada por entre la carne. Moverte no es una opción, y oyes cómo el coche huye, dejándote solo en mitad de la calle.

Te mueres. Te mueres joder, y lo sabes. La muerte más tonta. Podía haber sido otro, podría haber sido en otro momento, en otro jodido lugar. Pero no. Te ha tocado a ti. Te ha tocado, y te mueres. Da igual quién venga a ayudarte, sabes que es demasiado tarde, no hay nadie que pueda hacer nada por ti.

Te mueres.

Era un día normal, yo tenía 6 años y seguía en el orfanato, esperando que algún día apareciera alguien para adoptarme y sacarme de ahí.

Yo seguía con lo de siempre, divirtiéndome con mis hermanos del orfanato mientras esperaba, cuando me llaman a la oficina de la directora. No sabía que sucedía, pero esperaba que fuera lo que siempre había querido, y así fue, una pareja joven había venido para adoptarme.

Fue muy triste la despedida de todos los que una vez fueron mis hermanos, hermanas y también mis padres.

Al día siguiente, era mi primer día como el hijo de esta pareja, que aún no conocía muy bien. Era sábado, así que pasaría todo el día con ellos, para conocernos. Me hicieron muchas preguntas y yo también a ellos, estaba muy entusiasmado por conocer a quienes iban a ser mis nuevos padres y ellos por conocer a su nuevo hijo.

Fue pasando el tiempo y yo forjé una confianza con mis padres, me acostumbré a contarles mis problemas y a que ellos, con sus sabios consejos, me ayudaran a resolverlos y a sentirme mejor, pero un día, empecé a dudar sobre mi sexualidad, tuve miedo de contarles porque no sabía cómo iban a reaccionar, así que fue la primera cosa que les oculté, y no pensaba contarles, aún no.

Todo seguía como siempre, yo con mis dudas, pero mis padres sin saber nada sobre el tema. Yo ya había tenido experiencias, besos, abrazos y una que otra experiencia sexual, pero todo se mantenía en secreto, al menos para mis padres.

Cierta tarde, decidí no esconderme más y, confiando en que mis padres me entenderían y me apoyarían, me declaré gay y hablé con ellos. Su reacción no fue lo que esperaba, mi padre, muy alterado, me gritaba y repetía que no estaba bien, que no era cosa de Dios, que era pecado y me iría al infierno. Mi madre, por su parte, lloraba y repetía que estaba decepcionada, que no sabía qué habían hecho mal en nuestra crianza.

Los días siguientes, todavía podía sentirse la tensión en el ambiente, pero nadie se atrevía a hablar del tema, mucho menos yo.

Yo ya no sabía que hacer, mis padres no me trataban igual, me quitaron el celular, el internet y solo me dejaban salir para ir a la escuela. Dijeron que para que no siguiera por ese camino, tendrían que privarme de mi libertad.

Cansado de la situación, decidí comenzar una investigación, no sabía por dónde empezar, ni cuánto tiempo tomaría, pero estaba decidido a encontrar a mis padres biológicos.

Mis padres adoptivos no sabían nada sobre mi plan de encontrar a mis padres biológicos, mantuve todo eso en secreto.

Regresé al orfanato buscando información sobre quién me dejó en ese lugar, y me dijeron que una joven llamada Carmen Rojas me dejó allí alegando que no tenía los recursos para hacerse cargo de mí.

La investigación no había avanzado mucho, pero ya tenía un nombre. Busqué en internet, busqué en Facebook el nombre a ver si encontraba algún resultado, en hospitales donde pude haber nacido y pregunté sobre mi fecha de nacimiento, hasta que encontré algo más: unas posibles direcciones.

Fui a cada una de las direcciones que me dieron en el hospital, visité a cada una de las familias, pero ninguna había dado un hijo en adopción. Estaba a punto de rendirme, pero seguí con mi búsqueda, y en una casa de un barrio humilde, me atendió una señora y empezó a hablar conmigo bastante interesada sobre el tema.

Después de un rato, la señora me dice que su hija menor se llama Carmen Rojas y hace 18 años (mi edad) dio a un hijo en adopción por problemas económicos y ni ella ni su esposo podrían hacerse cargo de mí, y me dio su dirección.

Estaba emocionado, al fin mi búsqueda estaba dando resultados, pero a la vez estaba muy nervioso, pues no sabía cómo reaccionaría al verme, y mucho menos sabría qué decirle. No podía llegar de repente a su casa y decir: "-Hola mamá, soy tu hijo, el que diste en adopción cuando solo era un bebé y he venido a buscarte."

Decidí ir y hacerme pasar por un encuestador, para hacerle preguntas relacionadas con el tema de la adopción, y así poder empezar una conversación más o menos directa sobre el tema.

Llego a la casa, la cual es muy bonita y está ubicada en una buena zona de la ciudad, lo que me sorprende, pues hace 18 años tenían problemas económicos.

Toco el timbre y me abre una señora de mediana estatura, rubia, ojos castaños; no pude evitar sonreír al verla. Le dije lo planeado, que iba a hacerle algunas preguntas para una encuesta y me invitó a pasar, para poder conversar más tranquilos y cómodos.

La casa era bastante grande, y estaba muy bien decorada, muy bonita.

Nos sentamos a conversar, le hice la primera pregunta:

-¿Qué piensas sobre la adopción?
-Me parece que es algo importante y útil, pues hay parejas que no pueden tener hijos y otras que no pueden mantener los suyos, y recurren a la adopción.
-Muy bien. -Le dije, y pasé a la segunda pregunta.
-De ser necesario, ¿Acudiría a la adopción?
-De hecho, ya lo hice, hace 18 años tuve que dar a mi hijo en adopción por problemas económicos.
-¡Oh! -Exclamé, mientras me quedaba pensativo por unos segundos.

Decidí contarle todo y le dije que no era ningún encuestador, que era su hijo que la estuvo buscando durante un tiempo. Su reacción fue: Empezar a llorar y repetir que no podía creerlo una y otra vez. Yo tampoco pude contener las lágrimas y solo la abracé.

Me quedé toda la tarde conversando con ella sobre cómo había sido mi vida, y obviamente le conté sobre mi sexualidad y su respuesta fue lo mejor: "No importa tu sexualidad, ahora sé que eres mi hijo, y me alegra mucho que me hayas buscado. He pasado muchas noches sin dormir pensando cómo estarías. Eres mi hijo y eso es lo que importa. Te amo." No pude evitarlo y empecé a llorar de nuevo mientras la abrazaba.

Seguimos hablando por un rato hasta que llegó mi papá, y me llevé la sorpresa de que tengo una hermana menor, de 12 años.

Ellos estuvieron hablando a solas, y decidieron invitarme a vivir con ellos, pues, era su hijo que no veían desde que era un bebé y no querían perder más tiempo.

Esa noche, al regresar a casa de mis padres adoptivos, decidí contarles todo, les dije que encontré a mis padres biológicos, y que me iba a vivir a con ellos, pues ellos sí me aceptaban como era, y la decisión ya estaba tomada.

Al otro día tomé mis cosas y me fui a casa de mis padres biológicos. Me sentía triste, pues gracias a mis padres adoptivos me convertí en la persona que era y tuve lo que siempre quise o necesité, pero sabía que eso era lo mejor.

Pasaron algunos meses y mi relación con mis padres biológicos y mi hermana iba cada vez mejor, pero sí, extrañaba mucho a mis padres adoptivos, pues, aunque tuvimos esos problemas, fueron mis padres por mucho tiempo y pasaba muchas noches sin dormir pensando cómo estarían sin mí.

Un día decidí ir a visitarlos, y hablar con ellos, teniendo la esperanza de que hubieran cambiado de idea. Cuando entré a la casa, mi madre me miró y me abrazó mientras lloraba, yo también la abracé y le dije que teníamos que hablar.

Me senté con ellos a hablar y me dijeron que lo habían pensado bien, y que me amaban y me extrañaban, y no importaba mi sexualidad, ellos me aceptarían si decidía volver con ellos, pero ya mi decisión estaba tomada, iba a quedarme con mis padres biológicos para recuperar el tiempo perdido.

Aunque les dije que no iba a regresar a casa con ellos, llegamos a un acuerdo: ellos podrían visitarme cuando quisieran y yo los visitaría de vez en cuando también.

Así fue como un niño abandonado en un orfanato, pasó de no tener familia, a tener dos familias que lo amaban y lo aceptaban sin importar cómo era.

Era un día común y corriente, solo que esa noche había una fiesta de una amiga, yo estaba algo emocionado porque iba a ver a mucha gente que tenía bastante tiempo sin ver y que extrañaba mucho, en especial a él.
Él es un chico que me atrae mucho desde hace un tiempo, pero nunca fui correspondido, supongo que porque no le gustaba, o porque es hetero, o por miedo a lo que dirá la sociedad, eso es algo que no tengo muy claro.
Llega el momento de la fiesta y mi ansiedad y emoción por verlos incrementaba cada segundo.
Todo estaba normal, como se esperaba que sería en la fiesta. Yo caminaba por todos lados, hablando de a ratos con todos los presentes, hasta que lo vi y no pude evitar distraerme.
Él es un chico rubio, alto y con buen porte, estaba vestido con un traje formal negro que le quedaba muy bien.
¿Ven? Con solo imaginarlo de nuevo me distraigo, en fin...
Estaba caminando por unos de los pasillos del salón de fiestas y él pasa a mi lado, yo me quedé pensativo por unos segundos y empecé a seguirlo, llegamos a un sitio donde había mucha gente conocida, me detuve a pensar en: "¿Lo hago o no? ¿Qué dirá la gente?" acto seguido me armé de valor y me quedé frente a él, lo empujé hacia una pared y le dije: "¿Sabes? Tú me gustas desde hace mucho, pero no tenía el valor para decírtelo" y, con todas las miradas sobre nosotros, lo besé sin importar más nada, mi sorpresa fue que no reaccionó de mala manera, mejor dicho, sonrió y dijo: "Tú también me gustas, pero lo tuve oculto por miedo a lo que diría la gente" y me besó de nuevo.
Era un momento mágico, lo mejor que me pudo pasar en la vida, hasta que sonó el despertador y, entre lágrimas, caí nuevamente en el mundo de la realidad, sabiendo que todo fue un sueño.



Todo comenzó con una invitación en Facebook. Él me envió la solicitud y yo acepté, su foto de perfil me llamó la atención. Empezamos a hablar, a conocernos y pensé que sería nada más que una amistad por internet.
Poco a poco las cosas fueron cambiando, empezamos a hablar diario y a veces hablábamos todo el día. No sé que era, pero algo en él me gustaba… Perdón, todavía me gusta.
Siempre nos las pasábamos diciendo como sería todo si viviéramos cerca, imaginando algo perfecto, algo que no pudo, ni podrá ser.
Las cosas pasaron de internet y messenger a llamadas telefónicas y mensajes de texto, y no importaba que tan mal haya sido mi día, sus mensajes y escuchar su voz arreglaba todo, me hacía olvidar lo malo.
Así fue pasando el tiempo y sin notarlo me fui enamorando. Me fui enamorando de ese pequeño de 14 años que con su voz me alegraba los días y con sus mensajes me hacía olvidar todo.
Pero la distancia (siempre tiene que estar la maldita distancia) arruinó todo. Nada entre nosotros pudo ser por eso.
Luego de un tiempo “me enamoré” de una chica de mi ciudad, empezamos una relación y todo iba muy bien, pero no podía sacarlo a él de mi mente. Estando con ella siempre pensaba en él, era algo inevitable, siempre me pasaba.
Confieso que no pensé en como se sentiría él debido a mi relación, nunca pensé en si le afectaría o no. Fue un error que cometí y del que luego vería las consecuencias.
Él también tuvo sus relaciones. Traté de que no me afectaran, pues en como me hablaba acerca de eso no notaba seriedad, vi que eran relaciones vacías. Pero aun así no dejaba de afectarme.
En semana santa de 2010 se dio la oportunidad de un viaje a su ciudad, lo primero que pensé fue que iba a conocerlo en persona, al fin. Mi emoción por eso era evidente, iba a conocer al primer chico del que me enamoré de verdad.
Por mala suerte me tocó ir a conocerlo con un primo, y no pudo pasar nada entre nosotros esa vez, y él también estaba acompañado así que ni él ni yo pudimos ni siquiera sentarnos a hablar un rato. Pero no lo niego, fue un muy buen momento estar con él y hasta tengo una foto de él ese día.
Lo que me dijo luego de eso me sorprendió mucho, no esperaba que él lo dijera así, dijo: “No dejaré que te vayas sin que nos besemos” Wow, fue muy emocionante saber que quería besarme, me daba a entender que también me quería.
Al día siguiente una amiga de los dos nos invitó a su casa, ella sabía lo de nosotros así que allí podíamos hablar tranquilos y si sucedía algo más, pues bienvenido sea. Yo pedí permiso y mis padres estuvieron de acuerdo, él tuvo que ir escapado, no le dieron permiso.
Nos sentamos en el parque de la urbanización, hablando tranquilos cuando él me golpea y sale corriendo, yo sólo lo perseguí porque quería devolverle el golpe, él se escondió en un tobogán de esos que son cerrados.
Empecé a jalarlo por lo pies para tratar de sacarlo de allí, pero se sostenía con las manos, así que opté por entrar también a ver si podía hacerlo salir, pero lo que pasó no fue precisamente eso.
Quedamos frente a frente, mirándonos a los ojos y ya sabíamos lo que pasaría. Yo sólo pude decir: “¿Lo haces tú o lo hago yo?” y pasó, nos besamos ahí, en ese tobogán que no olvidaré nunca.
Salimos de ahí, ambos sonrojados y con pena, no sabíamos que decirle a los muchachos que estaban con nosotros, pero ellos ya sabían lo que había pasado.
Al día siguiente me tocó regresar a mi ciudad. Me tocó decirle un hasta luego sin saber cuando volvería a verlo.
No habían pasado ni 30 minutos de la última vez que estuve con él y ya empezaba a extrañarlo, quería que ese beso se repitiera muchas veces más, pero no sería posible por ahora.
Debido a mi imprudencia y estupidez, le dije a varias personas en quienes confiaba lo que pasó, algo que no debí hacer porque lo que ellos querían era hacerle daño a él, y yo les di lo que necesitaban para hacerlo.
Empezaron a divulgar todo en su ciudad, y eso le trajo problemas a él, en el colegio, con sus “amigos” e incluso con su familia. Debido a eso perdimos un poco el contacto, él se conectaba poco y ya no tenía teléfono, así que tampoco podíamos llamarnos o enviarnos mensajes.
Tiempo después empecé una nueva relación, con la misma chica de antes, y él empezó una relación también. Todo iba muy bien en mi relación hasta que empezamos a tener algunos problemas debido a él, y a unos chismes que rondaban en el colegio.
Él terminó su relación, yo seguí con la mía por unos cuatro meses, y cometí el error de decirle a él que la amaba, cuando ni yo mismo estaba seguro de ello. Quiero decir, si amas a alguien, ¿Para que le dices que amas a otra persona si no estás seguro de ello? El peor error que cometí.
Él sufrió por ello, yo no quería eso, pero no pensé en él. 
Él decidió superarme, y con el paso del tiempo salió adelante, mientras que mi relación en ese momento terminaba y yo empezaba a extrañarlo nuevamente. Nunca dejé de hacerlo, pero al estar en una relación no se siente tanto la soledad.
Llega Diciembre de 2010 y yo le hago una pregunta, una pregunta que no me atreví a hacerle antes:
- ¿Te gustaría empezar una relación a pesar de la distancia?
- No -Me dijo mientras yo sentía un apretón en el pecho- Ya estoy con alguien más.
Mi corazón se detuvo por un instante, no esperaba esa respuesta tan rotunda, y mucho menos que dijera que ya estaba en una relación, digamos seria. Pero ¿Cómo esperaba que todavía estuviera para mi, y que me dijera que sí después de que lo hice sufrir tanto? 
Quise imaginar que esa relación sería como las anteriores, vacías, pero cuando me confesó quien era su pareja todo se derrumbó para mi, era alguien de mi ciudad, una persona que yo conocía de hacía tiempo atrás pero que empezaba a tratar y tomarle confianza recientemente.
A esa otra persona yo le conté todo, lo que pasó con él, lo que sentía, le dije cuanto lo quería, cuanto quería volver a verlo, por eso cuando lo supe me sentí traicionado. Y sin decir que al hablar con él me desahogaba, y sentía que él me ayudaría a superar. Era mi amigo, a quien yo le conté todo y en quien empezaba a fijarme de una manera diferente, empezaba a quererlo como algo más que un amigo y terminó estando con la persona que yo amaba.
Dejé de hablarles por unos días, lloré, sí, lloré mucho, mucho más de lo que llegué a pensar, me desahogué con otras personas, pero no era suficiente, sentía la necesidad de hablarles, y terminé haciéndolo.
Les hablé nuevamente, sentí un alivio inmenso al hacerlo, los extrañaba y aunque sabía que eran pareja y que eso me hace daño no podía dejar de hablarles.
Luego de eso perdí un poco el contacto con ellos, algo que no pensé que pasaría, pues era la persona que amaba, y uno de mis amigos más cercanos.
Y así llegamos a este momento, donde me siento con la necesidad de verlo y mirarlo a los ojos, que me diga con sinceridad lo que siente aunque sé que eso me hará daño. ¿Pero qué más puedo hacer? Soy alguien masoquista que busca respuestas, y solo una persona puede dármelas.


Hace más de dos año que pasó eso, para mi fue el mejor momento de todos, nuestro primer y único beso. ¿Que si podré olvidarlo? No lo creo.

Cada uno siguió con su vida, tú por tu camino y yo por el mío, aunque siempre tuve la esperanza de que estuviéramos juntos otra vez.

Estuve con diferentes personas, pero ninguna me hizo sentir lo que sentí en ese beso. Fue tan mágico, tan especial, tan de nosotros.

En este momento sé que no me quedan esperanzas contigo, y que tengo que olvidarte aunque no pueda; aunque no quiera.

Es que si encuentro una razón para olvidarte, encuentro mil y una para recordarte.



Mi vida era relativamente normal, era de esos chicos comunes que se la pasaban corriendo con los amigos, probando la puntería con resorteras (también conocidas como “chinas” aunque nunca entendí la razón de por qué) jugaba fútbol, en fin, hacía cosas de chicos.
Mi vida fue muy monótona durante mi adolescencia, hasta que a los 13 algo diferente ocurrió.
Llegó un niño nuevo a la escuela, no entiendo la razón, pero me sentí atraído hacia él. Era moreno, ojos cafés (imposible olvidar esos ojos), cabello castaño, una sonrisa que encantaba. Al principio fue extraño porque yo soy niño, él es niño y a los niños deberían gustarle las niñas, no los niños, pero poco a poco fui aceptando la idea.
Fui la primera persona en conocerlo, se notó interesado en mi y notó mi interés hacía él, creo que fui muy obvio la verdad. En fin, nos hicimos amigos, y en unos dos años ya eramos lo mejores amigos del mundo, como si nos conocieramos de toda la vida, y mientras más lo conocía más me atraía.
A pesar de tanta confianza, secretos y todo eso siempre guardé un secreto, y yo sabía que él guardaba un secreto también. Ustedes saben, siempre se nota cuando alguien te oculta algo.
Era una noche muy fría y no había electricidad, yo me quedé a dormir en su casa, cosa que hacía algunos fines de semana. Pasamos la mayor parte de la noche conversando, como siempre lo hacíamos, pero no sé si por un impulso o curiosidad, lo besé.
Él se enojó y me empujó, pero se sonrojó mucho, parecía un tomate de lo rojo que estaba, yo estaba muy apenado y preocupado porque pensé que se enojaría conmigo por haber hecho eso, pero terminé confesando lo que guardé todo ese tiempo, confesé lo que sentía por él.
La habitación se llenó de un silencio incomodo, hasta que él dijo que también sentía algo especial por mi.
Obviamente me sonrojé, pero sin pensarlo salté sobre él y lo besé de nuevo. Fue sin dudas uno de los mejores momentos en mi vida.
Viví con él muchas cosas, todas en secreto porque vivíamos en una sociedad extremadamente homofóbica, donde la homosexualidad era un tabú, lastimosamente nuestras familias también eran de esa clase de personas, rechazaban por completo a los homosexuales, en público sólo eramos los mejores amigos.
Estábamos juntos en secreto, pero eramos felices. Lo único que importaba era nosotros dos y que nadie nos viera.
Un día salí de la casa y le dije a mi mamá que regresaría tarde, quizás en la madrugada. Fuimos a casa de una amiga con un grupo de amigos a beber y esas cosas, y como era un grupo de amigos muy cercano, y que sabíamos que toleraban (a medias) a los homosexuales, decidimos contarles todo.
Ellos se sorprendieron mucho, pero asimilaron todo y no cambió nada en el grupo, lo cual fue bueno porque liberamos una tensión que llevábamos desde hacía tiempo.
Todo fue muy bueno los años siguientes, nadie sospechaba nada, no teníamos problemas con nadie por nuestra relación, pero decidimos que era momento de contarles todo a nuestras familias, -tal vez nos acepten, después de todo somos sus hijos- pensamos en ese momento.
Decidimos decirles todo al mismo tiempo, para que uno no se arrepintiera después de ver lo que suceda al otro.
Le dijimos a nuestras familias, todo fue un desastre. A él lo golpearon y castigaron, a mi me castigaron y luego mis padres decidieron que era mejor mudarnos e’ irnos de ese lugar, donde yo estuviera lejos de él.
Todo fue horrible, pensé que todo eso era una pesadilla, o al menos eso quería que fuese. No podía creer que de verdad me alejaban de quien en verdad amé durante tanto tiempo y que seguiría amando por el resto de mi vida.
Perdí todo contacto con él, nunca volvimos a hablar y mucho menos a vernos.
Y hasta ahora sólo espero con ansias el momento de poder regresar y poder buscarlo, poder besarlo nuevamente, poder estar con él.
Me arrepiento de haber revelado ese secreto, el secreto que debimos guardar.


No sé la razón de ese sueño, ¿De verdad quiero tanto estar contigo? No lo sé, pero algo sí es seguro, empecé a ir muy seguido a ese parque, con la esperanza de verte llegar y que te sentaras junto a mí en esa fría banca, quería que ese sueño se convirtiera en realidad y estar junto a ti, pero sentía que era algo imposible, tu estás tan lejos y yo aquí, solo, con mi soledad.
Empecé a caminar por el parque y a recordar mi infancia mientras me sentaba en un columpio a pensar, a esperar; a esperar algo, o mejor dicho, a alguien que nunca iba a llegar.
Estaba allí, en ese columpio mirando las estrellas y la hermosa luna llena cuando escucho un ruido detrás de mi, pensé que sería algún animal, una ardilla o un pájaro, pero escucho tu voz pidiendo permiso para sentarte a mi lado.
“No puede ser” -pensé en voz alta mientras volteaba a ver si realmente eras tú quien me hablaba.
En efecto, era la persona de mi sueño, la persona que tanto esperé sentado en ese parque.
-“No te alejes de mí” -Te dije al oído con voz temblorosa luego de haberme levantado torpemente del columpio para abrazarte.
No pude contener esa lágrima, no pensaba que ese momento fuera real, ¿Estaría soñando nuevamente? No estaba pensando muy claramente, quizás debido a la emoción.
-“Siempre estaré junto a ti” -Me dijiste suavemente al oído mientras te acercabas a besarme.
Nos unimos en un cálido abrazo mientras nos acostábamos en la grama de ese parque, ese parque que tantas veces visité, donde muchas veces estuve solo. Ese parque que ahora era un lugar de ensueño donde se llevaba a cabo ese momento mágico, el momento que siempre soñé.

Estábamos allí, caminando bajo la luna llena en ese parque solitario, hablando de las primeras cosas que llegaran a nuestras mentes, aburridos. Luego de caminar aproximadamente por una hora, nos sentamos en una banca del parque a seguir conversando, al cabo de unos minutos noto que tu mirada se fija en mis ojos y sonríes de una manera muy tierna, te levantas y empiezas a correr, haciéndome señas para que te siga; me levanto de la banca y empiezo a buscarte, sin suerte. Finalmente te encuentro dentro de un tobogán, estabas escondiéndote de mi, me animo a entrar en el estrecho lugar donde quedamos frente a frente, y ahí estaba yo sobre ti, mirando tus ojos cafés mientras pensaba si lo que estaba a punto de pasar era correcto, me dejé llevar y te besé dejándome arropar por tu tibio abrazo, notando que tu inocencia poco a poco desaparecía. Pasó lo que tenía que pasar, hicimos el amor en ese parque bajo la luz de la luna llena donde luego me quedé dormido, y al despertar estoy en mi cama, en mi cuarto, en mi casa, ahí fue donde me di cuenta que todo fue un sueño, mi sueño de luna llena.