La mayoría de las historias empiezan en lugares mágicos, de ensueño. Lugares que es muy difícil creer que en realidad existen. Mi historia no es diferente. Cumaná, la primogénita del continente, no es la ciudad más grande ni la más bonita de este país, mucho menos del mundo, pero tiene su encanto. Sus playas, su gente, sus amaneceres y sus atardeceres. Son tan mágicos como las historias de Harry Potter.


Muchas de las personas que viven acá, menosprecian el valor y la belleza de todo lo que los rodea en esta tierra. Y me duele un poco admitir que me incluyo. Cumaná es una ciudad hermosa, con potencial para todo, pero está olvidada y descuidada. Si las autoridades y los mismos habitantes cuidarán más de esta ciudad, sería, tal vez, una ciudad de primer mundo.

He pensado muchas veces en irme a probar suerte en otras ciudades, incluso a otro país, lo admito. Pero de llegar a irme, lo haría siempre pensando en volver. Aquí tengo a mi familia, tengo a mis amigos. Aquí tengo mi vida. Y no estoy dispuesto a dejar todo eso atrás. Porque para mí, Cumaná es la mejor ciudad en la que pude iniciar este viaje llamado vida.

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